Español a Continuación...
The Privilege of Getting Head Lice
On the feast of Our Lady of Guadalupe, there is no better place to be than right on the border with the people to whom she appeared and remains present as mother. Through an immersion trip offered by the Maryknoll Fathers and Brothers, I was able to be at the U.S./Mexico border, visiting El Paso and Juarez sites. I had the opportunity to meet people providing humanitarian aid for refugees, community organizers, and faith communities that hold together the fabric of life amid great suffering.
During the trip, I was reminded that the border is a transnational reality that acts as a point of convergence for people from all over Latin America and the world. This convergence is the result of global political and economic forces; the scope of the darkness and human suffering is immense, and its mitigation is daunting. But there are slivers of hope in the stories of individual people.
One of those stories is that of Sr. Christa Parra, a sister from the Institute of the Blessed Virgin Mary. She was the first person we heard from after arriving in El Paso. She goes across the border from El Paso to Juarez every day to accompany asylum seekers living in community run shelters. These refugees, who risk becoming victims of violence at the border, are now waiting for the courts to decide their future. Her heart's joy from serving at the border was evident by the twinkle in her eye and the ear-to-ear smile she sports when talking about the people who have become like her family.
For Sr. Christa, accompaniment is not just an intellectual commitment. It is wading through many of the same realities that affect asylum seekers as they navigate complex legal proceedings. Because of her walking closely with migrants during a pandemic, Sr. Christa has contracted COVID more than once. This is one of the consequences of solidarity with a vulnerable population—you are also made vulnerable.
She painted a picture of solidarity by recounting her experiences. In one of those instances of contracting COVID, she needed to be isolated in the shelter in Juarez. T
raveling at that time would have meant exposing others to the virus. Roles reversed and the people she had come to serve were now the ones serving her. They would bring meals to her door and attempt to give her words of comfort from the other side of the walls. They made sure her spirits remained high. When it was finally time to come out, Sr. Christa said she just wanted to go out and buy a cake to thank them and celebrate. But when she stepped out of her quarantine, the shelter's residents greeted her with a cake to celebrate her recovery.
Sr. Christa also shared that being in close contact not only meant she had an elevated risk for COVID, but she also caught head lice. She spoke of the experience with a gentle smile on her face as though recalling a fond memory. She became close to the people as they bonded over the morning ritual, sitting all the children down then the adults and combing through the hair searching for nits. She felt she was really a part of the community in these moments. I was moved by what she said, “It’s a privilege to get piojos.”
Like the people living their call to mission on the border, we can find hope by committing to our mission at home. The light of hope is kindled through our encounter with people on the margins. The Maryknoll immersion trips offer participants an opportunity to do this and experience what mission looks and feels like around the world.
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“Es un privilegio contagiarse de piojos”
En la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe el 12 de diciembre, no hay un mejor lugar para estar que justo en la frontera con el pueblo al que Nuestra Señora se apareció y permanece presente como madre. A través de un viaje de inmersión misionero ofrecido por los Padres y Hermanos de Maryknoll, pude estar en la frontera de EE. UU. y México, visitando los sitios de El Paso y Juárez. Tuve la oportunidad de conocer a personas que brindan ayuda humanitaria a los refugiados, organizadores comunitarios y comunidades religiosas que mantienen el tejido de la vida bajo condiciones de sufrimiento inmenso.
En este viaje recordé que la frontera es una realidad transnacional que actúa como un punto de convergencia de personas de toda América Latina y el mundo entero. Esta convergencia es el resultado de fuerzas políticas y económicas globales; el alcance de la oscuridad y el sufrimiento humano es enorme, y su mitigación es abrumadora. Sin embargo, encontramosluces de esperanza en las historias de personas comprometidas a servir.
Una de esas historias es la de la Hermana Christa Parra, una hermana del Instituto de la Santísima Virgen María. Ella fue la primera persona de la que escuchamos después de llegar a El Paso. Ella cruza la frontera de El Paso a Juárez todos los días para acompañar a los solicitantes de asilo que viven en albergues administrados por la comunidad. Estos refugiados, que corren el riesgo de convertirse en víctimas de la violencia en la frontera, ahora esperan que los tribunales decidan su futuro. La alegría de su corazón por servir en la frontera fue evidente por el brillo en sus ojos y la sonrisa de oreja a oreja que mostraba cuando hablaba de las personas que se han convertido en su familia.
Para la Hna. Christa, el acompañamiento no es sólo un compromiso intelectual. Es empaparse de las mismas realidades que afectan a los solicitantes de asilo mientras navegan por complejos procedimientos legales . Debido a que ella ha caminado de cerca con los migrantes durante la pandemia, la Hna. Christa ha contraído COVID más de una vez. Esta es una de las consecuencias de la solidaridad con una población vulnerable, tú también te vuelves vulnerable.
Al contar sus experiencias, ella nos pintaba una imagen de solidaridad . En uno de esos casos de contraer COVID, tuvo que ser aislada en el albergue de Juárez. Viajar en ese momento hubiera sido exponer a otros al virus. Los roles se invirtieron y las personas a las que había venido a servir ahora eran las que la estaban sirviendo a ella. Llevaron comidas a su puerta y le dieron palabras de consuelo desde el otro lado de las paredes. Se aseguraron de que su espíritu se mantuviera con ánimo . Cuando finalmente llegó el momento de salir, la Hna. Christa dijo que solo quería salir y comprar un pastel para agradecerles y celebrar. Pero cuando ella salió de la cuarentena, los residentes del refugio la recibieron con un pastel para celebrar su recuperación.
La hermana Christa también compartió que estar en contacto cercano no solo significaba que tenía un riesgo elevado de contraer COVID, sino que también contrajo piojos. Ella habló de la experiencia con una sonrisa amable en su rostro como si estuviera recordando algo muy agradable . Se acercó más a la comunidad cuando se reunieron durante la oración de la mañana, como tambien lo fue sentandose junto a todos los niños y adultos y peinandoles el cabello en busqueda de piojos y liendres. Ella sintió que realmente era parte de la comunidad en esos momentos. Me conmovió mucho lo que ella dijo: “Es un privilegio contagiarse de piojos”.
Al igual que las personas que viven su llamado a la misión en la frontera, podemos encontrar esperanza comprometiéndonos con nuestra misión en casa. La luz de la esperanza se enciende a través de nuestro encuentro con las personas en los márgenes. Los viajes de inmersión misionero de Maryknoll ofrecen a los participantes la oportunidad de hacer esto y experimentar cómo se ve y se siente la misión alrededor del mundo.